Industria
La tendencia general de los últimos años es el descenso de siniestralidad en la industria, si bien se consolida la impresión de que, al mismo tiempo, el patrón de siniestralidad está cambiando: parecen disminuir los accidentes de seguridad en máquinas, para predominar los debidos a sobreesfuerzos, posturas forzadas, manejos de cargas, etc.
En el área de seguridad, las inversiones en maquinaria realizadas por las empresas en los últimos años, si bien debidas en muchos casos a motivos productivos, están teniendo como efecto colateral pero positivo una evidente mejora en la prevención de los riesgos; aunque la crisis haya impactado en esta renovación, sus efectos positivos se mantendrán aún durante unos años. Sigue presente, no obstante, el problema del parque más antiguo de maquinaria, de difícil y costosa adecuación. En cualquier caso, el hecho de contar con máquinas nuevas y debidamente certificadas no debe hacer olvidar la necesidad de evaluar los posibles riesgos que todavía puedan presentar.
El papel de la Administración en la vigilancia del mercado en lo referente a la fabricación y comercialización de máquinas nuevas es fundamental, sobre todo en un escenario de globalización y deslocalización, en el que se identifican deficiencias en ciertos componentes de las máquinas con origen en países sometidos a pocos controles.
En el área de higiene industrial, las consecuencias de la crisis son más evidentes. Las mediciones para determinar la exposición a los riesgos higiénicos suelen ser costosas y es difícil que las empresas asuman este ámbito con la diligencia necesaria, tanto más cuanto que las consecuencias de los riesgos higiénicos sobre la salud se manifiestan normalmente a medio-largo plazo. En los casos más llamativos (por ejemplo, a raíz de la detección de silicosis) las empresas suelen abordar el problema, aunque sea de forma reactiva ante una alarma.
Por otro lado, hay que destacar una creciente sensibilización social ante riesgos tales como los derivados de las radiaciones no ionizantes, que es previsible que se trasmita al mundo laboral.
En cuanto a los riesgos ergonómicos y psicosociales, su tratamiento no es frecuente en el ámbito de la industria, especialmente estos últimos. Poco a poco van extendiéndose las evaluaciones de riesgos ergonómicos -probablemente impulsadas por necesidades objetivas, como el envejecimiento de la población trabajadora- pero no sucede lo mismo con la identificación y valoración de los riesgos psicosociales.
Algunos factores que dificultan y ralentizan el tratamiento de los riesgos psicosociales pueden ser:
- La complejidad de las herramientas de estudio, que suelen tener alta carga estadística pero poca ayuda para el posterior diseño de medidas.
- La reticencia de las empresas a tomar medidas en el ámbito de la gestión de personal.
- Las expectativas creadas entre los trabajadores, quizás a menudo excesivas o desenfocadas.
- El miedo a que las conclusiones puedan ser utilizadas en el plano de la acción sindical.
En general, puede decirse que la prevención de los riesgos laborales en el sector industrial avanza a dos velocidades: mientras en las grandes empresas la implantación es muy importante, con una integración cada vez mayor a todos los niveles, intercambio de experiencias dentro del sector, etc., las pequeñas empresas se enfrentan a la actividad de prevención devenida en maraña documental que son incapaces de manejar.
En todo caso, conviene estar preparados para una eventual reactivación económica que previsiblemente se producirá en los próximos años y que debe encontrar a las empresas en unas condiciones en materia de Prevención de Riesgos Laborales adecuadas para afrontarla.